La tarde pardeaba cuando Juanito iba de camino hacia su casa. En el sendero se encontró con sus compañeros de correrías, quienes lo invitaron a hacer una de las suyas. Se trataba de robarse unas manzanas del huerto cercano a su casa. Aceptó y corrieron para subirse a la barda. Ayudándose unos a otros treparon fácilmente y se dirigieron al manzano, que ostentaba en forma apetitosa sus dorados frutos. Juanito tomó una manzana y emprendió la huída. Al hincarle el diente, sintió la mano del dueño de la finca sobre su hombro...
Fue el fin de su carrera delictiva.
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